lunes, 28 de septiembre de 2009

segundo aliento


Por: Adalberto Maidana







"No puedo más... Voy a desmayarme...
¿Para qué me habré metido en esto...?
Me ahogo... Podría haber hecho una vuelta más corta en vez de una tan larga... ¿Quién me mandó?... No tengo necesidad de probar nada a nadie. Si esto me cuesta tanto,... ¿cómo voy a llegar hasta el final? No doy más. Me falta el aire..."

Todos y cada uno de nosotros hemos tenido alguno de estos pensamientos cuando estamos realizando nuestra actividad de correr.

De repente... una fracción de segundo, de oscuridad, de nada, de salto a otra dimensión y desaparece la sensación de ahogo, de esfuerzo titánico, de ansiedad. Sigo corriendo, impulsado por la inercia, y una suerte de transformación alquímica, un ímpetu insospechado, se apodera de mí.

Corro... y correr se vuelve una alegría. Avanzo llevado por las alas de un águila que se agitan en un ritmo casi hipnótico.
Goce muy real, que me colma de felicidad; sentimientos de arrebato que traen más tranquilidad a mi cuerpo y a mi mente ensamblados.

Corro... y la atención se agudiza, los árboles son cada vez más verdes... (¿cómo no lo había notado antes?).
El cielo de un azul que se intensifica. Estoy seguro de que podría continuar corriendo eternamente, sin importarme la distancia que falta...

Lo que me sobrevino en determinado punto de agotamiento y abrió la válvula de un enorme depósito de combustible es lo que nosotros los corredores conocemos o llamamos "el segundo aliento", un fenómeno que puede ser investigado desde perspectivas varias.

En este caso puntual, trataré de explicar mis sensaciones como corredor y sin el ánimo de entrar en conceptos médicos ( ya que no es mi tema ) solo lo haré desde la óptica de un corredor que tiene algo más de 200.000 kilómetros corridos en los últimos 20 años.

Con un punto de vista meramente corporal, las alteraciones fisiológicas previas a ese "viraje energético" son comunes a casi todas las personas.
Tras un período de ejercicio continuo, nos vemos invadidos por una sensación de incomodidad que de inmediato asociamos con nuestra considerable falta de aliento y acompañamos con rictus de desazón y ansiedad.
La sangre pulsa con fuerza en el interior de la cabeza..., nos vienen vahídos.
Piernas y manos pesan más que nunca y los pasos se vuelven dificultosos.
Llegan a nuestra mente infinitas argumentaciones para abandonar el esfuerzo y en la superficie de nuestro cuerpo se forma una capa de sudor frío.
La respiración es rápida y comparativamente poco profunda. Al pulso también lo percibimos acelerado e irregular. Duelen los músculos y cobra vigor una sensación de tener todo el pecho constreñido.

Al instalarse el "segundo aliento", que es ante todo el alivio dramático de una perturbación respiratoria, la sensación de incomodidad y falta de aire desaparece, a veces en forma instantánea. También se esfuma la ansiedad, la cabeza se nos despeja y los músculos vuelven a reaccionar con vigor renovado.
Respiramos con más facilidad y reducimos el volumen de cuanto inhalamos.
De igual manera cambia nuestra actividad cardiaca: su latir se lentifica y regulariza. Algunos notan que aumenta su temperatura corporal y exudación. A partir de ahí, cualquier esfuerzo se logra con relativa facilidad.

El "segundo aliento" suele presentarse durante el desarrollo de ejercicios particularmente fuertes, pero sobre todo prolongados.
Existen diferencias individuales en la forma de llevar a cabo estos reajustes; en ciertas personas la sensación de alivio que acompaña al "segundo aliento" es muy acentuada, mientras que en otras puede ser tan vaga que pasa inadvertida.

La falta de aire inicial se origina en los miembros en actividad, generando un intenso impulso reflejo hacia él centro respiratorio. Con el logro de la fase estable, que es cuando se produce el "segundo aliento", las condiciones metabólicas en los músculos que trabajan se acercan a la normalidad, determinando una disminución de la producción de ácido láctico y de esos impulsos reflejos. Las investigaciones coinciden en que el "segundo aliento" se presenta con tanta mayor prontitud cuanto más caliente sea el recinto y más pesada la tarea.

Hay, por supuesto, otras explicaciones que escapan del campo de la sintomatología. No hay acontecimiento corpóreo que no sea al mismo tiempo psíquico y viceversa.
No hay fronteras precisas entre cuerpo, mente, espíritu y entorno; todas las manifestaciones se sirven unas a otras, actúan interpenetrándose.

Entiendo que el "segundo aliento", no es un fenómeno exclusivo de quienes practicamos deportes: la vida cotidiana también está colmada de situaciones y estados internos en los cuales experimentamos virajes similares.
¿Cuántas veces sentimos que habíamos llegado al fin de nuestra resistencia en una situación dada, (emocional, vital, o laboral) y de repente sucedía algo, una puerta se abría y nos proyectábamos en una nueva dimensión?.
La situación en sí no había cambiado: éramos nosotros quienes cambiábamos.
Algo en nuestro enfoque interno se ajustaba, se acomodaba, crecía.
Lo que antes se nos antojaba un esfuerzo sobrehumano se convertía en un desafío que proporcionaba alegría, dinamismo y un nuevo soplo de vida.

En el campo mental se verifican una serie de transformaciones personales análogas a los relatos de los corredores con relación al "segundo aliento" y a la experiencia de correr como un todo.

Generalmente, cuando comenzamos un camino de búsqueda interior, de investigación de la propia esencia, lo hacemos con el entusiasmo y el vigor que da la expectativa de la aventura.
Estos son los motores que alimentan el andar inicial.
Llegado cierto punto del camino, este empuje se disipa y aparece el dolor, el miedo, la incertidumbre y la confusión. Un "no entiendo por qué estoy aquí" y un deseo de volver al estado anterior, aunque conlleve una ceguera parcial o cierta cuota de irresponsabilidad. Encuentro mil justificativos para no seguir en la búsqueda; infinidad de razones válidas para dejar de sufrir y pelear.

Algo, no obstante, me impulsa a seguir ahondando; algo que puede más que esta endeble voluntad que de a ratos me abandona, insiste y persevera hasta que rompe las cáscaras del ego y las barreras de la mente; algo hace eclosión y aterriza en una región desconocida, nueva, vibrante.
Cuerpo y mente viven un éxtasis tremendo,... inocente,... sin pasado.
"Muertos de cansancio" aún, vemos desaparecer las dudas y la desazón, y con ellas el sentimiento de imposibilidad. Sobreviene una calma plena. Percibimos con mayor velocidad y claridad, advertimos todo con otra agudeza y lucidez.
La intencionalidad se disuelve y deja el terreno fértil para que brote una ecuanimidad y comprensión hacia todo y todos los que nos rodean.
¿Qué factores determinan que podamos llegar al "segundo aliento" sin antes desmayar ni abandonar el campo de batalla?

Entiendo que el fenómeno tiene un antes y un después. Y se columpia entre dos actitudes paralelas: fe y resistencia.
La fe consiste, en parte, en el conocimiento y la confianza de que habiendo llegado a cierto punto, aquello que parecía no ceder es justamente lo que actuará como llave para abrir la nueva dimensión de posibilidades.
La resistencia se centra, sobre todo, en la experiencia práctica de que somos mucho más que lo que nuestro cuerpo dictamina y lo que nuestra mente digita. Los apoyos básicos para que estas dos cualidades florezcan son la regularidad y la disciplina externas, alimentadas por una concentración interior.

Es natural que nuestro dinamismo y el sentido de estar encaminados a un propósito sufran altibajos. Estos elementos son, por eso, las herramientas indispensables para contrarrestar los vaivenes.

Sri Chimnoy, conocido maestro, guía espiritual de las Naciones Unidas y gran corredor, sugiere a sus discípulos que antes de comenzar una carrera mediten profundamente durante algunos minutos.

"Esto les permitirá que sus mentes tengan mejores defensas contra el miedo, la duda, la frustración y cualquier otra emoción negativa que los invada" asegura.

"Es justamente en el momento en que la negatividad desciende al cuerpo físico cuando se pierde la concentración. Una pérdida de concentración aumente la tensión".

El maestro también aconseja conservar una imagen clara y precisa de nuestro objetivo máximo.

"La propia mente nos dará el entusiasmo y el ímpetu necesarios para continuar", explica.
"Es como cuando una madre espera con brazos abiertos la llegada de su niño; la fuerza que de ella emana lo ayuda a hacer el recorrido. Si sentimos que el objetivo es algo valioso, enorme, infinito, entonces operará automáticamente la ley de atracción."

Para finalizar, transcribo lo que el Lama Anagarika Govinda, describe como otra faceta del potencial reactivador del "segundo aliento":
"Nadie puede decir de antemano dónde están los límites de su fuerza, y es bien probable que la intensidad de la aspiración sea lo que determine estos límites.
Quien aspira a lo más alto, recibe fuerzas de lo alto y así rebalsa sus límites. Realiza lo infinito en lo finito, vuelca lo inconmensurable en el vaso de lo especial y lo eterno en el vaso de lo temporal".

Seguramente se podrá hablar mucho más sobre el "segundo aliento" lo expresado anteriormente está basado puramente en el conocimiento adquirido que tuve a través de estos más de 20 años que llevo corriendo pruebas de larga distancia, y no pretende ser la absoluta verdad, solo es mi experiencia y la comparto con todos ustedes.

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